Las personas seguimos empeñadas en no pensar por nosotras mismas, en dibujar fronteras que en realidad no existen, en trazar una línea que separa el nosotros de ellos y el aquí del allí. En ser fieles escuderos de la sinrazón que se esconde detrás del discurso del odio, sin entender que somos, en realidad, las víctimas de ese mismo discurso.
No soy virólogo y no voy a lanzar teorías de la conspiración. No sé cuál es el origen de la pandemia. Pero tampoco dudaría de esa teoría, sobre todo teniendo en cuenta que Estados Unidos es un país que ha sido capaz de lanzar una bomba atómica y de meterse en infinidad de guerras.
La lucha ahora es por definir el modelo post crisis. Lo del coronavirus es secundario. Existe una histeria planetaria con este virus, pero esto es solo la antesala del primer acto, que empezará en septiembre o en marzo del año que viene como muy tarde.
Entonces la gente sí saldrá a la calle, porque un día se dará cuenta que los bancos estarán cerrados. Es lo que sucedió en la Unión Soviética en 1991, cuando el 40% de la población perdió hasta el último céntimo de lo que tenía en el banco.
Esto va a suceder a escala planetaria. Lo que viene es una crisis sistémica dos o tres veces peor que la de 1929.
Los Gobiernos de muchos países han anunciado planes ambiciosos de rescate. ¿Hasta qué punto serán efectivas estas medidas para salir antes de la recesión que se avecina?
Cuando las empresas abran dentro de uno, dos o tres meses van a estar quebradas y el resto no van a poder pagar los salarios. Y si no pagan, los trabajadores no pueden comprar.
Habrá un efecto dominó. España no tiene industria pesada y su agricultura, como sois parte de la Unión Europa, ha volado a otros países. Tampoco tenéis una política monetaria propia porque todo se decide en Europa.
No sois un país, al igual que otros países europeos. España no puede salir viva de esta crisis. Las ayudas están bien pero no servirán para nada porque la crisis no es de un sector, es sistémica.
En Alemania, Deutsche Bank está en quiebra desde hace años. Y Commerzebank también. Estos dos bancos han perdido el 90% de su valor en la Bolsa. Boeing está a punto de quebrar, General Electric lo mismo.
Te puedo dar una lista enorme de empresas en esa situación. Pero no es una cuestión de un número de empresas, sino de un modelo. Ninguno de los doce premios Nobel de Economía desde 2008 ha explicado la crisis sistémica que se nos viene encima.
LONDRES.- Los principales equipos científicos que corren contrarreloj para desarrollar una vacuna para el coronavirus están alertando a los gobiernos, funcionarios de salud y a sus propios accionistas que están frente a un grave problema: los focos del virus en sus países se están achicando demasiado como para determinar si las vacunas funcionarán o no.
El líder del grupo de la Universidad de Oxford, uno de los más avanzados en ensayos en humanos, dice que por paradójico y hasta «bizarro» que resulte, la disminución de nuevos contagios durante el verano boreal puede convertirse en uno de los mayores obstáculos que enfrente la carrera global para derrotar al virus.
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Si bien a nivel mundial el número de casos nuevos sigue creciendo, la tasa de contagio está cayendo en Gran Bretaña , China , y en las regiones más golpeadas de Estados Unidos , los tres países que tiene vacunas experimentales listas para ser probadas a gran escala en humanos, durante junio, julio y agosto.
Por supuesto que la disminución de los contagios en lugares tan golpeados es una buena noticia, pero los desarrolladores de vacunas necesitan la circulación social de suficiente cantidad de infectados, con y sin síntomas -en las calles, en los lugares de trabajo, en los hospitales-, para testear si la vacuna protege a los voluntarios cuando quedan expuestos al virus.
Si los voluntarios inoculados con una vacuna experimental no tienen demasiadas chances de tener contacto con personas infectadas, entonces los investigadores tal vez tengan que salir a buscar focos de la enfermedad y extender sus ensayos a otros países, lo que a su vez demoraría la confirmación de una vacuna exitosa.
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Pascal Soriot, CEO de AstraZeneca -una empresa sueco-británica que se asoció al grupo de Oxford y recibió una inyección de 1200 millones de dólares del gobierno de Estados Unidos para desarrollar una vacuna-, dijo en estos días que el descenso de la curva de contagios obligaba a apurar más los tiempos.
«Ahora el problema es que corremos contra el tiempo, porque en Europa ya vemos el descenso de los contagios», dijo Soriot. «En poco tiempo más, la enfermedad tendrá tan baja incidencia que será difícil evaluar la eficacia de una vacuna.»
Adrian Hill, codirector del equipo de Oxford y director del Instituto Jenner, le dijo a los medios británicos que su equipo corría una carrera «contra la desaparición del virus».
«Es una situación bizarra: necesitamos que el virus se quede, al menos por un tiempo. Pero cada vez hay menos contagios», dice Hill.
Hasta hace poco, el equipo de Oxford se jactaba de tener un 80% de chances de tener lista una vacuna efectiva en el mes de septiembre. Ahora Hill dice que la dificultad de ensayar la vacuna en Gran Bretaña reduce esas posibilidades a un 50%.
En Estados Unidos, la administración Trump se comprometió a desarrollar una vacuna a «a la velocidad de la luz», y hasta sugirió que podría estar lista para fin de año, una hazaña sin precedentes si se piensa que las vacunas suelen tardar años o décadas hasta comercializarse.
Anthony Fauci, director del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infectocontagiosas y máximo referente del gobierno de Trump en la lucha contra el virus, dijo que de los ensayos en Estados Unidos participaran 30.000 voluntarios, y que para evaluar la efectividad de la vacuna los científicos necesitan que al menos 100 de esos voluntarios se contagien la enfermedad. Pero si no hay virus dando vueltas, alcanzar ese número puede ser difícil.
La COVID-19 afecta de distintas maneras en función de cada persona. La mayoría de las personas que se contagian presentan síntomas de intensidad leve o moderada, y se recuperan sin necesidad de hospitalización.
El evento global del aislamiento por la transmisión de la COVID-19, así como la confrontación con la muerte (que es de todas maneras inevitable), fomentan la reflexión sobre el cauce de la humanidad. Dice el uruguayo (José Mujica) al respecto: «No sé para qué mierda hay un puñado de viejos que siguen queriendo más y más plata. ¿Por qué no dejan de joder?, si se van a morir como cualquier hijo de vecino».
Al igual que Chomsky, Mujica cree que los gobiernos, en la ceguera inducida por la ambición y la religión del mercado, dejaron de poner atención a los acontecimientos globales que hubieran permitido evitar una pandemia. «Los gobiernos subestimaron las dificultades […]. Creyeron que era una cosa de chinos y, ahora, es algo de todos, por lo menos tenemos una cosa común». Añadió que la razón por la cual los países asiáticos han logrado una mejor respuesta ante el virus se debe a que son capaces de un pensamiento y una acción colectivos –una noción de interdependencia– de la cual Occidente carece pues está, más bien, centrado en el individualismo rampante. Esta acción colectiva, asimismo, es esencial para poder modificar el curso que lleva la humanidad. Lo positivo de la crisis podría ser «llamarnos la atención de que los problemas de otras partes también son nuestros problemas».
Pero, en cualquier caso, es un acontecimiento dramático que pone en juego no solo la economía, como nos quieren hacer creer, sino lo más importante: la vida de las personas. Eso nos sitúa delante del peor enemigo, que es el miedo, ese miedo que nos paraliza y que nos empuja a retirarnos del agravio de pensar. Miedo a perder, miedo a morir y hasta miedo a vivir.
Las personas seguimos empeñadas en no pensar por nosotras mismas, en dibujar fronteras que en realidad no existen, en trazar una línea que separa el nosotros de ellos y el aquí del allí. En ser fieles escuderos de la sinrazón que se esconde detrás del discurso del odio, sin entender que somos, en realidad, las víctimas de ese mismo discurso.
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