El cuento comienza con la historia de un orfebre que comienza recolectando oro y acuñando monedas con ese metal, para así intercambiarlas con sus vecinos por productos.
El orfebre, con su método de acuñar monedas de oro, garantizaba unos estándares de peso y pureza de cada una de las monedas, empezando a ser aceptadas por los comerciantes.
Para proteger su oro, el orfebre crea cajas fuertes donde guardarlo de forma segura.
Debido al éxito de este sistema de seguridad, los vecinos solicitan al orfebre que les permitan guardar su oro en su caja fuerte a cambio del pago de un alquiler.
Como era un buen negocio, el orfebre aceptó guardar el oro de sus vecinos y, con cada ingreso, expedía un cheque de cobro de oro en papel moneda como garantía y representación del oro guardado.
Con el paso de los años, el orfebre observó que eran pocos los vecinos que iban a su orfebrería a cambiar los cheques de cobro por el oro físico que representaba, debido a la comodidad que le suponía a los vecinos comerciar directamente con los cheques en vez de con el oro.
El origen del engaño
Por otro lado, el orfebre empezó a prestar su propio oro a cambio de intereses y observó que los cheques empezaban a estar muy aceptados por sus vecinos, los cuales preferían que los préstamos fueran entregados de esta forma en vez de en oro físico.
Con el paso de los años y la expansión de la industria, cada vez eran más las personas que iban a la orfebrería a solicitar préstamos en oro, lo que propició que el orfebre tuviera otra idea.
Como que el oro era muy pesado e incómodo de mover, el dinero en circulación eran participaciones de este dinero metálico.
Un día, el orfebre pensó que podía cobrar interés por el préstamo de estas participaciones y para compensar empezó a pagar un interés menor a los depositarios de este oro; así se inició en Europa el negocio bancario.
Este sistema tenía el problema de que la posibilidad de prestar dinero estaba claramente limitada por la cantidad de oro en circulación; entonces los orfebres, ya convertidos en banqueros, inventaron el sistema de reserva fraccionaria, que consiste en qué sólo hay en reserva una parte de lo que realmente se presta.
O dicho de otra manera, a partir de un dinero real se crea dinero de la nada en una proporción que, teniendo en cuenta que no todo el mundo retirará su dinero a la vez, nunca pone en dificultades a los banqueros a la hora de devolver depósitos.
Esta proporción acostumbraba a ser del 10%, es decir, 10 unidades en circulación por cada unidad real de oro existente en la reserva.