El neuropsiquiatra Boris Cyrulnik explica en este vídeo qué es la resiliencia y cómo fortalecer a los niños para que sean capaces de afrontar cualquier dificultad. La definición de la resiliencia no puede ser más sencilla: es iniciar un nuevo desarrollo después de un trauma. No puede haber una definición más simple. Lo complicado es descubrir qué condiciones la permiten, es decir, la «segurización», la recuperación, las relaciones y la cultura.
Nuestra sociedad actual y el marco educativo en el que nos desarrollamos como personas, nos condiciona muchas veces haciéndonos creer que el sufrimiento es un sentimiento innato en el ser humano y que, por tanto, no podemos hacer nada para evitarlo salvo adaptarnos al mismo. Sin embargo, la realidad es distinta, pues pese a que estas creencias nos limitan en cierto modo siempre existe una forma de modificar nuestros instintos y de formar una personalidad propia con la cual enfrentarnos a las dificultades que la vida nos vaya poniendo por delante.
En el campo de la psicoterapia, muchos pacientes que tienen la intención de encontrar una solución a un determinado problema, confían en que al tratarlo se olvidarán del mismo. Sin embargo, en numerosas ocasiones ese pequeño problema esconde detrás otros conflictos a los que la persona en cuestión está tan acostumbrada, que ni siquiera es capaz de identificaros y de darse cuenta que quizás, son el origen y el resultado de su malestar emocional.
El sufrimiento es un concepto que hay que saber valorar y no huir de él cuando se presente. Es normal que cuando uno se enfrenta a una situación difícil que le provoca sufrimiento se pregunte si es merecedor del mismo o si éste tiene algo que ver con los errores o actos propios del pasado -lo que en muchas ocasiones asociamos al Karma- pero la realidad es que el sufrimiento solo es un estado emocional del que debemos aprender y que tenemos que saber manejar. El sufrimiento, al igual que el dolor, tiene un valor humano a la vez que espiritual y comprenderlo, puede ayudarnos a crecer como personas.
El sufrimiento nos ayuda a reflexionar enriqueciendo nuestra inteligencia emocional y a profundizar en numerosas cuestiones que de otro modo no llegaríamos a plantearnos. Al igual que el dolor, el sufrimiento nos ayuda a encontrar nuestras propias limitaciones y en muchos casos, a entender que es necesario contar con el apoyo de otras personas para superar determinadas situaciones. Gracias a ello, nuestra mente se abre hacia otras emociones o sentimientos igualmente importantes, como son la empatía y la solidaridad.
Nuestra manera de sentir cambia cuando atravesamos por una etapa de sufrimiento ya que se despierta en nosotros una vía que nos permite entender mejor lo que otras personas sienten, empatizando con ellas, comprendiéndolas y aceptándolas de la misma forma en la que nos gustaría que hicieran con nosotros mismos. El sufrimiento, nos ayuda también a liberarnos del egoísmo, a ser más amables, a amar mejor y a dejarnos amar por otros y, en definitiva, a transformar nuestro propio corazón.
Si tenemos la voluntad de alcanzarla y disponemos de las herramientas necesarias, el sufrimiento puede ser una vía de entrada hacia nuestra propia felicidad, ya que nos ayudará a madurar interiormente y a abrirnos más con quienes nos rodean, a la vez que nos permitirá conocernos mejor a nosotros mismos.