El científico estadounidense Robert Lanza afirma que tiene pruebas definitivas para confirmar que la vida después de la muerte existe y que de hecho la muerte, por su parte, no existe de la manera en la que la percibimos.
Después de la muerte de su viejo amigo, Albert Einstein dijo: «Ahora Besso se ha ido de este extraño mundo un poco por delante de mí. Eso no significa nada. La gente como nosotros sabe que la distinción entre el pasado, el presente y el futuro es solo una ilusión obstinadamente persistente.»
Nuevas pruebas continúan sugiriendo que Einstein tenía toda la razón al decir que la muerte no es más que una ilusión.
El espíritu que cuida su esencia distinta está amenazado a cada paso por las cosas a las que se rehúsa. Cuando la atención -el más grande de sus privilegios- le abandona, cede a las tentaciones de las que ha querido huir, o se hace presa de misterios impuros… ¿Quién no conoce esos miedos, esos estremecimientos, esos vértigos que nos aproximan a la bestia y a los problemas postreros? Nuestras rodillas tiemblan sin doblarse; nuestras manos se buscan sin juntarse; nuestros ojos se elevan y no divisan nada…
Conservamos este orgullo vertical que reafirma nuestro valor; este horror de los gestos que nos preserva de las efusiones; y el socorro de los párpados para cubrir miradas ridículamente inefables.
Nuestro desliz está próximo, pero no es inevitable; el accidente curioso, pero nada nuevo; una sonrisa apunta ya en el horizonte de nuestros terrores… , no nos desplomaremos en la oración…
Pues, a fin de cuentas, El no debe triunfar; su mayúscula debe ser comprometida por nuestra ironía; los escalofríos que dispensa, que sean disueltos por nuestro corazón.
Si verdaderamente tal ser existiese, si nuestras debilidades primasen sobre nuestras resoluciones y nuestras profundidades sobre nuestros exámenes, entonces ¿por qué pensar todavía, si nuestras dificultades estarían ya resueltas, nuestras interrogaciones suspendidas y nuestros espantos apaciguados?.
Sería demasiado fácil.
Todo absoluto-personal o abstracto- es una forma de escamotear los problemas; y no sólo los problemas, sino también su raíz, que no es otra que un pánico de los sentidos.
Dios:
Caída perpendicular sobre nuestro espanto, salvación cayendo como un rayo en medio de nuestras búsquedas que ninguna esperanza engaña, anulación sin paliativos de nuestro orgullo desconsolado y voluntariamente inconsolable, encaminamiento del individuo por un apartadero, paro del alma por falta de inquietudes…
¿Qué mayor renuncia que la fe? Es cierto que sin ella uno se aventura en una infinidad de callejones sin salida. Pero incluso sabiendo que nada puede llevar a nada, que el universo es solamente un subproducto de nuestra tristeza, ¿por qué sacrificaríamos ese placer de tropezar y rompernos la cabeza contra la tierra y el cielo?
Las soluciones que nos propone nuestra cobardía ancestral son las peores deserciones a nuestro deber de decencia intelectual. Equivocarse, vivir y morir engañados, he ahí lo que hacen los hombres. Pero existe una dignidad que nos preserva de desaparecer en Dios y que transforma todos nuestros instantes en oraciones que jamás haremos.
La muerte no existe en un mundo sin espacio ni tiempo. La inmortalidad no significa la existencia perpetua en el sistema temporal, sino que se encuentra completamente fuera del tiempo.
Si como se refiere el narrador, el simil es un odenador, en que se sustenta un ordenador desenchufado?…
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