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«Big Brother», hermano mayor o gran hermano, es el nombre que el novelista inglés, George Orwell dio al líder del «Partido» que gobierna un superestado, formado por muchos países, entre ellos Gran Bretaña, llamado Oceanía, en su novela distópica «1984».

La historia, publicada en 1949, tenía lugar en un futuro «lejano», el año 1984.

Un futuro en el que la mayor parte del mundo había caído víctima de la vigilancia omnipresente del gobierno, en un mundo hipervigilado por el «Big Brother» (nombre que tomó «prestado» el famoso programa de Tele 5 en su traducción española), en el que la historia se manipula y se reescribe de acuerdo con los intereses políticos del «Partido», el partido único.

La verdad hace tiempo que ha caído víctima de la propaganda.
Aquella novela distópica tenía mucho de profética.

Porque en el mundo hacia el que nos dirigimos, la hipervigilancia es uno de sus rasgos más identificativos, lo cual plantea una vez más la disyuntiva seguridad versus libertades individuales y sociales.

La serie de televisión estadounidense «Person of interest», que vio la luz en 2012, ya abordó, precisamente, como será ese mundo que nos espera. Es una buena ventana a un futuro cuyo origen hunde sus raíces en los atentados de 11 de septiembre de 2001 de Nueva York y Washington.

Cuenta la historia de Harold Finch, un ingeniero informático que había construido para el gobierno una máquina (la Máquina) capaz de vigilar y recolectar millones de datos de ciudadanos anónimos y predecir cuáles de ellos iban a estar involucrados en un acto violento, quizás hasta un atentado.

Ese escenario ya está implementado. Cada día crece y se extiende. Dentro de una década viviremos entre cámaras y programas de inteligencia artificial que, posiblemente puedan realizar búsquedas más rápidas que las de ahora en inmensas bases de datos faciales, analizando datos de comportamiento, color de vestimenta, raciales, por edades, por clase social, en una minucioso y detallado vigilancia en el que los expertos no se ponen de acuerdo sobre su efectividad real.

Tras veinte años de debate sobre la videovigilancia, resulta que su efectividad es mínima, el impacto sobre la delincuencia apenas perceptible y la percepción de seguridad por parte de las personas no registra cambios significativos”.

Actualmente, y ante la falta de resultados significativos, hay países que han optado por reducir las cámaras en sus calles y otros que han decidido ir un paso más allá y vincularlas al reconocimiento facial a través de la inteligencia artificial. Y aquí surge de nuevo el debate.

“En teoría la Inteligencia artificial puede interpretar esas imágenes sin necesidad de un humano, y la industria dice que puede reconocer las caras, aunque los estudios existentes dicen lo contrario, que hay muchos condicionantes que lo impiden, como la falta de bases de datos para comparar, la mala calidad de las imágenes, los ángulos de las cámaras, entre otros.

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Written by HomoSapiens

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